Eugenia Codina Desde mi ventana

sábado, 23 de abril de 2011

Local y global


Cómo me gusta esto de la Unión Europea. Ha convertido el viaje entre Barcelona y Rótterdam en una experiencia cómoda y sin complicaciones logísticas. Casi no tengo tiempo a adaptarme al cambio de país porque en dos horas paso del sur al norte de Europa.



Me llevo conmigo el libro que me ha regalado mi padre para Sant Jordi. La rapidez del cambio es tal que a veces no me acuerdo en qué lengua he estado leyendo durante el viaje. Sé que he entendido lo que he leído pero en qué lengua....



Lo mismo me ocurre con los aeropuertos. Se parecen tanto entre sí que tengo que pensar dos veces para recordar si esta silla pertenece al aeropuerto del Prat o al de Zestienhoven.

Me voy pensando en aquella cita: Hay que ser local para ser global.

lunes, 4 de abril de 2011

Taxistas

Driving Miss Eugenia

Durante cinco semanas he ido diariamente a radioterapia a un hospital en el otro extremo de la ciudad. Afortunadamente el seguro me pagaba un taxi que me llevaba hasta el hospital, me esperaba durante los veinte minutos que duraba toda la operación y me volvía a dejar en casa.
La compañía de taxi que me llevaba arriba y abajo estaba especializada en el transporte de pacientes (diálisis, oncología, etc), escolares de enseñanza especial, jóvenes en casas tuteladas y drogadictos en rehabilitación.

Gracias a estos conductores que me han venido a recoger y a buscarme cada día, la experiencia se ha hecho muy llevadera e incluso agradable. Gracias a ellos he aprendido a ver la ciudad con otros ojos.

El taxista que ha venido a buscarme más veces es Sailesh. Sailesh originario de Surinam ( anteriormente conocido como la Guayana holandesa), era de la etnia india. En Surinam conviven tres grupos étnicos muy diferenciados: el de origen indio, el chino y el africano. El país también está dividido en religiones: hinduísmo, cristianismo e islamismo amén de las religiones africanas. Surinam es independiente de Holanda desde 1975. Hay muchos surinameses que aún tienen la nacionalidad holandesa y emigran a Holanda.
No son pocos los holandeses que siguen considerando como una gran pifia histórica que la Compañía de las Indias intercambiara New Amsterdam (ahora Nueva York) con los ingleses por la Guayana porque esta última tenía más café. Si no hubiera sido así, ahora se hablaría holandés en Nueva York.

Sailesh, pues, como tantos otros surinameses, llegó de pequeño a Holanda. Primero vivió en el norte del país en Frisia, donde tiene un primo que calza siempre zuecos, me contaba, incluso para conducir. Luego vivió en el sur de Holanda, en Tilburg. De su permanencia allí, le quedó una especial simpatía por la forma de vida más relajada de los católicos del sur que por los protestantes del norte. Es comprensible porque Sailesh era espontáneo y muy parlanchín. Durante los tres cuartos de hora que duraba el viaje, me contaba detalles interesantes de la ciudad e historias de los niños que transportaba. Su cháchara seguía alegremente durante los inevitables atascos que se forman al cruzar cualquiera de los puentes que unen el norte y el sur de la ciudad. Porque Sailesh, nunca, nunca se ponía nervioso. Algo que lo convertía en el taxista ideal cuando uno va al hospital.


Los atascos de tráfico empiezan ya a las tres de la tarde aunque la gran mayoría de los holandeses trabaje hasta al menos las cinco.


Practicaba algunas de las costumbres del hinduísmo pero sin demasiado entusiasmo o conocimiento de causa. Tiene una relación muy vaga con la religión. Su identidad estaba más basada en la raza que en la creencia. Me hablaba de otros surinameses de ¨su raza¨ para distinguirlos de los negros africanos o los chinos y javaneses. Aunque fuera muy racial, Sailesh se sentía sobre todo holandés. Sus preferencias culinarias estaban muy lejos de los picantes y los especiados indios, el prefería la comida tradicional holandesa: patata con verdura y carne. Tanto es así que gracias a Sailesh descubrí el único restaurante de especialidades holandesas de la ciudad, Oma kookt (La abuela cocina). Es dificilísimo encontrar un restaurante de comida tradicional porque los holandeses no se sienten nada orgullosos de su cocina. Cuando salen a comer fuera lo último que quieren es el potaje de mamá.


Oma kookt se encuentra el en Breeplein en Rotterdam Zuid, cerca del hospital Daniel den Hoed.

Algunos días vino a buscarme Rishma, también hindostana del Surinam. Rishma simpatizaba conmigo porque ella misma tuvo un tumor cerebral que le habían operado cinco años antes. Se encontraba muy bien y recuperada. Solo había conservado de la experiencia la costumbre de rezar a Shiva una vez a la semana y ayunar para dar las gracias por su recuperación. Por lo demás, Rishma conducía a una velocidad de vértigo. No soportaba los atascos, y en vez de asumirlos, buscaba rutas inusuales para evitar quedarse parada. Así he hecho mucho turismo en la ciudad de Rótterdam. Me he visto las callejuelas más recónditas y las plazuelas sin rotonda. A veces Rishma me decía: -No mire, señora Codina- para evitar que fuera testigo ocular de su onortodoxa forma de conducir.

El Erasmusbrug es el más nuevo de los cuatro puentes que unen el norte y el sur de Rótterdam.

Los días que tenía hora antes de las nueve de la mañana venía a buscarme Johny porque Sailesh y Rishma tenían transporte escolar. Johnny, que se llamaba en realidad Joao, era de padres caboverdianos, una isla africana portuguesa. Rótterdam es una de las ciudades con más emigrantes de Cabo Verde. La razón es que los isleños emigran preferentemente a ciudades con puerto como Rótterdam, Nueva York o Hamburgo.
Joao llevaba un peinado parecido a Rijkard, rapado por detrás y con los rizos en la parte superior de la cabeza, lo cual le daba un aspecto exótico y juvenil. Pero ya tenía treinta y siete años y estaba muy insatisfecho porque con su sueldo de milieurista no podía salir adelante y formar una familia. Lo que le gustaba más de su trabajo es que podía conducir un Mercedes, también para uso personal, en lugar de una forguneta como Rishma y Sailesh. Johnny dejó el taxi a la tercera semana de mi tratamiento para ponerse a estudiar de ingeniero electrónico. Con gran dolor de su corazón por tener que dejar el Mercedes...

El Konininginebrug es el más antiguo y el favorito de Rishma para evitar los atascos.

Al marcharse Johnny, me vino a buscar Andy. Un mal divorcio le había dejado sin un duro y con una depresión. Había perdido su trabajo en el mundo de la publicidad y, después de estar un año en el paro, había decidido coger el taxi para salir de casa. El resto del tiempo lo dedicaba a buscar información sobre la Rótterdam de antes de la guerra y sobre sus apellidos. Su familia era judía. Todos los miembros habían desaparecido durante las deportaciones del año 1942. Su madre había sobrevivido escondiéndose en casa de unos amigos. Ella sobrevivió pero no quiso nunca más hablar del pasado o de los orígenes de la familia. La consecuncia fue que Andy creció en total silencio sobre su identidad judìa. Recordaba haber llevado un kepel de pequeño y que había un candelabro de siete brazos en casa. Ahora, casi a los sesenta años, se dedicaba a buscar el origen del apellido de su madre en los archivos de la ciudad. Se dedica a coleccionar y a buscar fotos de como era Rotterdam antes del bombardeo del 14 de mayo de 1942. Cuando pasábamos por el barrio Haagseveer, una zona ahora céntrica y bien equipada, me contaba que su familia había vivido allí antes de la guerra en lo que, entonces, era prácticamente un barrio de barracas. Ahora en este lugar hay un monumento al cantante Louis Davids, un crooner judío que murió en el 1939.
En esta foto de mi archivo se ve el monumento a Louis Davids en el Zandstraat que antes de la guerra era un barrio donde vivían muchas familias judías.


Las historias que me contaron y que se entreveían eran tantas y tan variadas que no puedo contarlas aquí. Me las reservo para revertirlas en ficción cuando escriba mi gran novela.