Eugenia Codina Desde mi ventana

domingo, 24 de julio de 2011

Escribir, pero con qué


Después de pensármelo tres semanas he decidido seguir escribiendo como hasta ahora. Siguiendo el momento y la vida tal como va apareciendo.

Voy a seguir usando la combinación de bolígrafo y ordenador. O dicho de otra forma, la combinación de analógico y digital. Uso el bolígrafo para apuntar todo lo que se me ocurre en cualquier papel que tenga a mano. Es útil, primero, para no olvidar las ideas que cruzan mi mente, y segundo, para ejercer la memoria: paso ratos llenos de dinamismo buscando el maldito papel donde apunté mi última idea bombilla.
Para escribir textos largos prefiero el teclado del ordenador. A mis veinte años hice un curso de mecanografía que ha resultado ser a la larga una de las mejores inversiones de mi vida. Gracias a que puedo escribir con diez dedos puedo concentrarme en la pantalla sin mirar al teclado, y esto me permite profundizar en el contenido de lo que escribo. Estoy tan satisfecha con mi habilidad que voy a abogar públicamente a partir de ahora por la inclusión del aprendizaje de mecanografía en las escuelas como una de las destrezas básicas


Como la tecnología de la información ha avanzado a pasos agigantados los últimos cinco años (larga vida a Steve Jobs, lo digo en serio) yo también me he pasado a la tableta.
Hace casi un año uso el IPad. Hasta ahora me parece más útil para consumir que para producir. Me cuesta escribir con las dos manos en la pantalla táctil. La parte positiva de la tableta es, en mi caso particular, la facilidad con la que el teclado cambia de idioma. Es muy fácil pasar del español, al holandés, al inglés y al catalán con su correspondiente corrector ortográfico. Para alguien que usa varias lenguas en la vida diaria es el aparato ideal.
La otra gran atracción del IPad es lo bien que va para leer textos para gafarias como yo. Se puede aumentar la letra con tal facilidad que me siento casi Harry Potter.
Un pequeño inconveniente de la pantalla digital es que, si no se pasa la gamucita regularmente, se convierte en todo un documental de lo que uno ha comido y ha tocado durante el día.

Me pongo a escribir.