Eugenia Codina Desde mi ventana

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domingo, 22 de febrero de 2009

El tesoro de Bruselas

El fin de semana pasado estuve en Bruselas. Sentimentalmente un fin de semana memorable porque encontré un tesoro.

Bruselas es una ciudad afrancesada, bilingüe y llena hasta los topes de funcionarios y políticos europeos.
Cuando pienso en Bélgica recuerdo a Hercules Poirot, el detective de Agatha Christie y Tintín, el personaje de cómic inventado por Hergé. No es de extrañar que dos personajes de ficción sean los más representativos de un país del que, ni los mismos belgas, saben si existe realmente. Lo que es seguro que nadie sabe en este momento es si tienen un gobierno o no. Todas estas aparentes contradicciones no se notan durante una visita de varios días porque el país sigue funcionando con toda (a)normalidad.

Mi anfitriona me llevó a la plaza del Grand Sablon a visitar un mercado de antiguedades que se encuentra allí los fines de semana. Andando por entre las paradas llenas de cachivaches absurdos más o menos ¨chic¨, me topé con este rincón:


- ¡Mil rayos y centellas!-, pensé, - he encontrado El Secreto del Unicornio.

Este libro de mi infancia, que leí y releí cientos de veces, iniciaba su aventura en un mercadillo de segunda mano bruselense, donde Tintín encuentra un galeón que compra para regalar al inefable capitán (¡Mil rayos y centellas!) Haddock. Durante esta aventura, Tintín y Haddock descubren el plano de un tesoro escondido en el mastil de tres barcos idénticos que les llevan a la siguiente aventura: El tesoro de Rackham el Rojo. Dos libros llenos de acción y personajes inolvidables. Steven Spielberg también lo debe pensar así porque está pasándolos a película. El estreno se espera para el año 2011.

Si bien todos los álbumes de Tintín son una fuente de entretenimiento, estos dos en particular lo son especialmente porque empalman con la tradición de la búsqueda del tesoro, un tema mítico que se encuentra en las literaturas de todos los tiempos y todas las culturas. El escapismo de estas dos historias refleja, paradójicamente, la situación en que se encontraban Hergé y Bélgica durante su creación. En plena ocupación alemana en 1942 aparecen estos álbumes en los que los personajes se mueven en un mundo atemporal y cómodamente ficticio, un refugio para la imaginación en momentos difìciles.

En la Plaza del Grand Sablon de Bruselas el sábado 14 de febrero del 2009. Foto: Beatriz Porres

La obra de Hergé ha sido objeto de polémica al paso de los años porque sus personajes reflejaban los prejuicios de la Europa del siglo XX desde el colonialismo hasta los estereótipos sobre lo exótico. Estas críticas, que se inician en los años setenta cuando Europa ya puede reflexionar sobre sí misma, no solo son ciertas sino que además confirman que Tintín es un héroe europeo.
Leyendo sus aparentemente inocentes aventuras que se expanden desde los años treinta a los setenta del siglo pasado, se puede seguir la evolución que ha seguido Europa hasta llegar a donde estamos ahora: un conglomerado de países que se necesitan entre ellos dirigidos desde la capital de un país que nadie sabe si realmente existe y que tiene por emblema a personajes de ficción literaria.


Como me han aconsejado no poner ilustraciones de los álbumes de Tintín porque sus imágenes están muy protegidas por los herederos de Hergé, pongo un enlace al principio de la película de dibujos animados de La aventura del Unicornio, donde podemos ver a nuestro héroe paseando por el mercadillo y descubriendo el galeón que desencadena la historia. Una de las características de los álbumes de Tintín es el detalle y precisión con que se han dibujado los objetos y los personajes secundarios. Gracias a los detalles, el lector se sumerge en este mundo ficticio basado en la Bruselas de los años cuarenta.

domingo, 9 de noviembre de 2008

La familia Piccard

Esta semana ha muerto uno de los hombres más importantes en mi vida. Sin haberle llegado a conocer personalmente tuvo una importancia fundamental en alegrar mi infancia y mi juventud.
Me refiero a Jacques Piccard, de profesión explorador oceanógrafo. Ha muerto a los 86 años en su casa suiza. Picard había visto un fondo del mar, en su batiscafo Trier, que no había visto nadie antes y que la gran mayoría de los mortales no veremos nunca. Una hazaña comparable a andar por la luna.
Jacques Piccard

Jacques Piccard formaba parte de una estirpe de exploradores: su padre fue Auguste Piccard y su tío, hermano gemelo de Auguste, Jean Felix Piccard. Los dos eran científicos, físicos y aeronautas. Auguste Piccard subió en globo aerostático a una altura récord hasta aquel momento. El padre subió a lo más alto y el hijo bajó a lo más fondo, expresión ésta que no es en nigún caso una metáfora porque las dos hazañas se midieron con el sistema métrico.

Auguste Piccard

La razón por la que estos dos hombres han sido tan importantes en mi vida es porque Auguste Piccard inspiró a Hergé la figura del famoso profesor Tornasol de las Aventuras de Tintín. Hergé declaró haber hecho al profesor Tornasol más bajo que el impresionante y larguirucho Auguste Piccard (en aquel entonces profesor en la universidad de Bruselas) porque sino no le cabía en la viñeta.

El profesor Tornasol o Professor Zonnebloem

Los álbumes de Tin-Tín están unidos a mi infancia de forma indeleble. Horas y horas de mi vida las pasé leyendo las aventuras de Tintin, tanto en catalán como en castellano. Me sabía las historias de memoria de tanto leerlas y releerlas. El profesor era uno de mis personajes favoritos. Su sordera era la causa de cómicos malentendidos, especialmente con el vociferante capitán Haddok. Gracias a estos libros viajé por todo el mundo sin moverme del piso de Barcelona y experimenté el placer de la lectura.

Estas lecturas probaron ser muy útiles cuando fui a vivir a Holanda y tuve que aprender holandés a marchas forzadas. Las lecturas de los libros de Tintín me ayudaron a aprender el idioma gracias a a) el apoyo visual de las viñetas y b) a que me sabía la historia de memoria y podía deducir lo que decían los bocadillos sin conocer todas las palabras.

La influencia de la familia Piccard no termina aquí porque, ya de mayor, he disfrutado de muchas horas de viajes por los espacios siderales al lado del capitán Jean-Luc Picard del USS Enterprise en la serie Star Trek, el epitema del explorador osado, curioso y estudioso.

Jean-Luc Picard

Gene Rodenberry, creador original de la serie, le dio el nombre de los Piccard a este capitán de origen francés proveniente de una familia de viticultores que rompiendo la tradición familiar se dedica a la astrofísica. El capitán Picard vuelve a los viñedos familiares, que ha heredado su hermano, en momentos de crisis. De las estrellas a la tierra.
En la realidad  los viñedos Picard se encuentran en Reims y son famosos por el champán Jacques Picard.

Los viñedos Jacques Picard

Si Star Trek engancha es gracias a personajes como Jean-Luc Picard, el explorador que se ve enfrentado consantemente a dilemas morales, culturales, militares y religiosos a causa de la continua búsqueda de mundos nuevos a la que se dedica. El espectador se siente involucrado en estos dilemas y se pregunta: ¿qué haría yo en este caso?, ¿es un ser hecho de mocos siderales menos vida que una unidad de carbono como yo?. Preguntas estas que nos hacemos constantemente los que vivimos en otro país del país que hemos nacido. La experiencia transcultural es también una forma de exploración porque uno vive situaciones nuevas, como Picard, para las que no hay guión previo ni cómodas tradiciones en las que apoyarse. 
En Star Trek se extrapolan estas cuestiones de tal forma que más que ciencia-ficción, se trata ya de sociología- y filosofía-ficción.


Por suerte, aún queda un Piccard que ha heredado el chip explorador de sus antecesores. Bertrand Piccard, siguiendo la tradición familiar, fue el primero en dar la vuelta al mundo en globo (no Phileas Fogg) aerostático. Siguiendo también la tradición familiar, Bertrand no solo explora lo más alto sin también lo más fondo... del alma humana, ya que es también psiquiatra.

Bertrand Piccard

Que yo sepa, este último Piccard aún no ha sido revertido en una figura de ficción. A mí ya se me está ocurriendo una obra de teatro mientras escribo esto: durante una comida de Navidad de la familia Piccard, de repente, y cuando se están contando las  batallitas a la hora de los turrones,  se materializa el ectoplasma de Julio Verne, el cual no puede resistir la tentación de hablar de su última idea, el viaje en el tiempo, con esta familia de locos maravillosos. ¡Ya me imagino las tres generaciones peleándose para ser el primero en meterse en la máquina del tiempo!