Eugenia Codina Desde mi ventana
martes, 29 de julio de 2008
lunes, 28 de julio de 2008
Devuélveme la bicicleta del abuelo

Leo en las noticias que el político conservador Cameron ha recuperado la bicicleta que le habían robado la semana pasada en Londres. Había ido a comprar al supermercado y amarrado su bicicleta a un poste, medida que no frena a ningún experto ladrón de bicicletas, como muy bien sabemos en Holanda.
El periódico Sunday Mirror hizo una llamada para recuperar la bicicleta de Cameron que fue respondida por un vecino, ferviente laborista, del susodicho Cameron. A pesar de sus diferencias ideológicas, el vecino informó al Sunday Mirror de que había visto la bicicleta abandonada en algún lugar del barrio. Aclaró su buena obra con las palabras: "Por que incluso a un conservador no le deseas que le roben la bicicleta".
Un gesto generoso.
Esta historia me ha recordado otros hechos históricos con una bicicleta robada como protagonista.
En los últimos días de la invasión alemana de Holanda, en el mayo del 45, los soldados alemanes, que tenían los aliados pisándoleslos talones, huían como podían del país invadido. Requisaban coches, camiones y lo que pudieran agarrar. Muchos robaban bicicletas y salían pedaleando en dirección a Alemania.
Cuando la actual reina Beatriz se casó con el ya difunto aristócrata alemán Claus van Amsberg en 1966, hubo varias manifestaciones y protestas, con bomba de humo incluída, organizadas por el movimiento que entonces se llamaba "los provos".

Haciendo uso de la proverbial antipatía y desconfianza que los holandeses sentían (y aún siguen sintiendo) por los alemanes después de la guerra, se oía el eslogan que ya se ha convertido en leyenda en este país:
¡Devuélveme la bicicleta del abuelo!.
Expresión que aún refunfuñan los holandeses entre dientes cuando les adelanta un coche alemán.
Etiquetas:
Alemania,
Holanda,
II Guerra Mundial
domingo, 27 de julio de 2008
Edad digital

Para saber la edad de una persona ya no hay que mirar las patas de gallo, solo hay que observar lo que hace con la radio, el televisor y el ordenador.
Los que hemos nacido en la época de los inicios de la televisión, aún ponemos la radio por la mañana, o encendemos el televisor con la idea de ¨a ver que hay en la tele¨. Los que hemos aprendido a usar el ordenador de adultos lo usamos para buscar información y por el correo electrónico. Aún tenemos la idea que hay que apagar y encender aparatos para tener acceso a información, ocio e información.
En cambio hay otras generaciones que están siempre conectados, ya sea por el móvil o por el ordenador. Una generación que no escucha la radio sino que elige el programa del IPod que quiere oir o ver. Que es capaz de estar juntos en un grupo y a la vez estar enviando sms a los no presentes. Una generación que no sabe lo que es esperar a que alguien programe su ocio con antelación. Una generación que ya no usa el correo electrónico porque ya tienen un espacio social virtual en los hives.
Me pregunto si esta generación es más asertiva que la mía porque aprenden a elegir sus preferencias desde su más tierna infancia, si se conocen mejor a sí mismos porque tienen que poner perfiles que les distingan en todo tipo de espacios digitales y si son más sociables porque están constantemente conectados en una red de relaciones físicas y digitales a la vez.
Y estso cambios son tan evidentes y masificados que en Estados Unidos ya hay una disciplina universitaria llamada Antropología Digital.
(Según este articulo de La Vanguardia cada vez hay más gente joven que ve televisión a través de Internet. La red ofrece la oportunidad de navegar, mirar en el espacio social (hifive, myspace, facebook) y mirar alguna de las series favoritas sin tener que esperar).
sábado, 26 de julio de 2008
Global Village
Admito mi error, yo no habìa entendido aún lo que significaba el acceso al mundo a través de la televisión. Creía que era una forma de cosmpolitismo, una forma de aprender idiomas y de estar al día de los avances en otros países. Pero esta era anteayer.
Porque desde ayer, y después de no tener televisión durante un año, instalé una antena parabólica que me da acceso a mil quinientos canales (1.311para ser exactos).
Vaya sorpresa me he llevado.
Después de revisar los canales que tengo disponibles he llegado ya a varias conclusiones. Para empezar, los grandes ganadores de la televisón por satélite son la venta directa, el sexo y la religión. Hay incluso un canal llamado God TV, lo cual me dio la esperanza de que podía aclarar la eterna pregunta sobre la existencia de dios. Pero al ver el siguiente canal, God Europa TV, ya vi que no era una emisión divina sino de lo más humana. No solo la religión cristiana está representada, los canales de carácter islámico son casi tan numerosos, seguidos por el hinduismo.
De todos los países que emiten los del Oriente Medio están masivamente representados desde Libia, los emiratos árabes hasta Irán e Irak. También hay decenas de canales con emisoras para espectadores indios. Sorpendente, acotación al margen, la cantidad de canales dedicados al sexo-árabe.
Yo misma, española en Holanda, recibo también la televisión española internacional, además de la televisión catalana internacional, la autonómica vasca, la de Extremadura, Telemadrid, Galicia....
Cuando aparecieron las primeras antenas parabólicas eran una señal de riqueza y de cosmoplitismo. Ahora una imagen estigmatizante en los barrios depauperados de la ciudad de Rotterdam. Antena parabólica es sinónimo de pobreza. Los emigrantes de primera generación, así como sus hijos y sus nietos, son los que se instalan la antena en el balcón.
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En Holanda la televisión siempre ha sido por cable y se han recibido fácilmente los canales ingleses, alemanes y belgas. No había necesidad para la clase media de poder ver la televisión en otros idiomas geográficamente más lejanos, como el árabe. Ahora se ha ampliado el número de televisiones que llegan a Holanda pero la cuestión es si esta presencia aumenta la diversidad o la encoge. Porque en realidad yo puedo escoger por mirar cada día TV3 y estar al día de la fiesta mayor de Tortosa (tema puntero de ayer en la franja del mediodía de TV3) sin tener necesidad de enterarme de lo que ocurre en Rotterdam. ¿Sabemos más o sabemos menos?
Hace unos años, las autoridades iraníes intentaron inútilmente prohibir la antena parábolica, a la cual llamaban la antena diabólica, porque traía el extranjero a casa. Yo diría que lo que ocurre ahora es el contrario: es lo local lo que llega al extranjero. Porque incluso en el punto más lejano de la tierra uno puede seguir agarrado al terruño.
En lugar de facilitar el aprendizaje de otros idiomas, convierte en inútil este esfuerzo.
En lugar de ver el mismo programa que tus compañeros de trabajo, que es prácticamente lo único en comùn que comparte el asalariado de hoy en día, te dedicas a ver el culebrón en Tamil que solo pueden ver los hablantes de esta lengua.
En lugar de poner tus prejuicios a prueba viendo programas chocantes, eliges los programas que te aseguran el mismo mensaje de siempre.
De ahí mi error, creía que el satélite nos hacía ciudadanos del mundo. En realidad, me temo que somos pueblerinos del mundo.
Porque desde ayer, y después de no tener televisión durante un año, instalé una antena parabólica que me da acceso a mil quinientos canales (1.311para ser exactos).
Vaya sorpresa me he llevado.
Después de revisar los canales que tengo disponibles he llegado ya a varias conclusiones. Para empezar, los grandes ganadores de la televisón por satélite son la venta directa, el sexo y la religión. Hay incluso un canal llamado God TV, lo cual me dio la esperanza de que podía aclarar la eterna pregunta sobre la existencia de dios. Pero al ver el siguiente canal, God Europa TV, ya vi que no era una emisión divina sino de lo más humana. No solo la religión cristiana está representada, los canales de carácter islámico son casi tan numerosos, seguidos por el hinduismo.
De todos los países que emiten los del Oriente Medio están masivamente representados desde Libia, los emiratos árabes hasta Irán e Irak. También hay decenas de canales con emisoras para espectadores indios. Sorpendente, acotación al margen, la cantidad de canales dedicados al sexo-árabe.
Yo misma, española en Holanda, recibo también la televisión española internacional, además de la televisión catalana internacional, la autonómica vasca, la de Extremadura, Telemadrid, Galicia....
Cuando aparecieron las primeras antenas parabólicas eran una señal de riqueza y de cosmoplitismo. Ahora una imagen estigmatizante en los barrios depauperados de la ciudad de Rotterdam. Antena parabólica es sinónimo de pobreza. Los emigrantes de primera generación, así como sus hijos y sus nietos, son los que se instalan la antena en el balcón.
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En Holanda la televisión siempre ha sido por cable y se han recibido fácilmente los canales ingleses, alemanes y belgas. No había necesidad para la clase media de poder ver la televisión en otros idiomas geográficamente más lejanos, como el árabe. Ahora se ha ampliado el número de televisiones que llegan a Holanda pero la cuestión es si esta presencia aumenta la diversidad o la encoge. Porque en realidad yo puedo escoger por mirar cada día TV3 y estar al día de la fiesta mayor de Tortosa (tema puntero de ayer en la franja del mediodía de TV3) sin tener necesidad de enterarme de lo que ocurre en Rotterdam. ¿Sabemos más o sabemos menos?
Hace unos años, las autoridades iraníes intentaron inútilmente prohibir la antena parábolica, a la cual llamaban la antena diabólica, porque traía el extranjero a casa. Yo diría que lo que ocurre ahora es el contrario: es lo local lo que llega al extranjero. Porque incluso en el punto más lejano de la tierra uno puede seguir agarrado al terruño.
En lugar de facilitar el aprendizaje de otros idiomas, convierte en inútil este esfuerzo.
En lugar de ver el mismo programa que tus compañeros de trabajo, que es prácticamente lo único en comùn que comparte el asalariado de hoy en día, te dedicas a ver el culebrón en Tamil que solo pueden ver los hablantes de esta lengua.
En lugar de poner tus prejuicios a prueba viendo programas chocantes, eliges los programas que te aseguran el mismo mensaje de siempre.
De ahí mi error, creía que el satélite nos hacía ciudadanos del mundo. En realidad, me temo que somos pueblerinos del mundo.
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civil society,
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