Miércoles por la tarde.
Salgo del St. Franciscus Gasthuis, el hospital donde me acaba de la inmunoterapia.
Me topo con un ganso intentando entrar por la puerta giratoria.
La hilaridad a mi alrededor es grande.
Una chica sentada en una silla de ruedas con la pierna escayolada, le dice a su acompañante: -Mira, éste también viene a urgencias-.
Un sexagenario con cara de malas pulgas, dice (a pesar de las malas pulgas): -Lo que me faltaba, voy a estar con un ganso en la sala de espera-.
Después de dar un par de vueltas con pinta de despiste, el buen ganso se marcha. Enfila por la carretera de salida del hospital provocando la irritación de los taxistas y los conductores de ambulancias que se ven obligados a sortearlo para no aplastarlo.
Al fin y al cabo estamos en el país del Partido de los Animales. Una infracción de este tipo sería imperdonable.
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