Los habitantes fijos de la plaza de Cataluña no son los indignados sino las palomas, tal como atestiguan el estado en que se encuentran las clásicas estatuas que la enmarcan.
Ayer vi un programa llamado Taking on Tyson. Es un reality show que sigue al ex-boxeador en su nueva andadura profesional. El programa se subtitula For the love of pigeons, es decir por amor a las palomas.
El programa es, sorprendentemente, conmovedor. Digo sorprendentemente porque el currículo de MikeTyson, ex-campeón de pesos pesados, es para asustar a cualquiera: fue condenado a prisión por violación, durante un combate arrancó de un mordisco media oreja a otro púgil y en otra ocasión amenazó con comerse a los hijos de su rival. Vaya peluche.
En este extraño programa Tyson se revela como un urbanita que ha crecido entre palomas. Actualmente el ex-boxeador se dedica a entrenar a palomas mensajeras. Tyson cuenta que su carrera como boxeador empezó porque los gangs que controlaban las calles le intentaron robar las palomas que criaba de pequeño. Fue para aprender a defenderlas que empezó a entrenarse en el gimnasio del barrio.
En este vídeo (está en inglés) se puede ver el cariño con que la fiera habla de su paloma favorita. Solo le podemos entender los que hemos crecido entre el asfalto y consideramos las palomas como pájaros, no como ratas con alas como las ve el resto del mundo.
De alguna forma me solidarizo con el vínculo que Tyson siente con las palomas. Yo le entiendo. La razón es que yo no nací en Brooklyn sino en Barcelona, una de las ciudades con el mayor censo de palomas del mundo. Según los últimos cálculos que datan del 2006, unas 250.000 palomas sobrevuelan el cielo barcelonés.
Palomas en un arbol cerca de la Plaça del Diamant, en Gràcia.
Con estos antecedentes no es raro que la novela más vendida y más traducida sobre Barcelona, al menos hasta hace poco, fuera La plaça del Diamant, de Mercé Rodoreda. La protagonista, Natalia, tiene una relación de amor-odio con las palomas que culmina en el exterminio del palomar que le ha ido invadiendo la casa. Es significativo que en casi todas las traducciones el libro se titula Colometa.
La Font dels Putis de la Plaza de Cataluña parece más bien un baño público para las palomas.
Uno de los lugares favoritos de las palomas es la, ahora tan famosa, Plaza de Cataluña. Yo me siento muy unida a esta plaza porque era el lugar de recreo para los niños que vivíamos en los apartamentos de esta zona de Barcelona. En la amplía superficie de la plaza se podía correr, saltar y hacer el avión. Uno de mis juegos preferidos era conseguir que las palomas que se aglomeraban en cantidades hitchkonianas emprendieran el vuelo con el mero poder de mis brazos moviéndose. Las palomas volaban con una agilidad y rapidez que, aunque el juego se repitiera cien veces, no dejaba cada vez de sorprenderme.
Como nativa urbanita, mis conocimientos prácticos de la fauna se limitaban a las hormigas que campaban por sus respetos en los pisos barceloneses. Y aunque no me gustaran porque había demasiadas y se cagaban en todas partes, mis recuerdos de la infancia están llenos de palomas.
Así que me quedé embobada siguiendo las aventuras de este inverosímil Colomet de Brooklyn con el que comparto paisaje sentimental. Quién me lo iba a decir.
2 comentarios:
La primera vez que fui a Barcelona era un niño. Las palomas comían en mi mano. La cerré atrapando una.
Pues como se entere Tyson...
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