Eugenia Codina Desde mi ventana

miércoles, 17 de diciembre de 2014

El destino de la línea 4


El tranvía 4 recorre la ciudad de Róterdam de punta a punta

Solo hay un tranvía que llega hasta mi barrio, la línea 4. Recorre la ciudad de punta a punta en un trayecto de hora y media. Durante este recorrido la fisonomía de la ciudad va cambiando acorde con los barrios que va cruzando.
El tranvía sale de Marconiplein que está en el barrio de  Delfshaven.  Delfshaven se divide entre dos zonas: una con vidilla cultural, teatros, restaurantes,  un puerto antiguo y los canales típicos del paisaje holandés y la otra, la que se caracteriza por la variedad y diversidad de nacionalidades. Desde el tranvía se ven los supermercados chinos-indios (a partir de aquí les llamaremos tokos, que es como se autodenominan), colmados regentados por familias turcas, peluquerías caboverdianas para pelo afro, boutiques con saris y hennas, zapaterías con gran profusión de chancletas doradas, cafés de pipas de agua colindantes con otros cafés estilo El semáforo, donde panzudos holandeses  fuman afanosamente ante la puerta entreabierta por donde sale un fuerte olor a cerveza y a moqueta sucia. Los viajeros que suben y bajan durante este recorrido llevan chilabas y las mujeres, además, jihab. Otras pasajeras llevan esos complicados peinados afro que son un verdadero alarde de peluquería creativa.

En el Nieuwe Binnenweg se encuentran las tiendas más curiosas de la ciudad

La línea 4 se acerca al centro de la ciudad subiendo por el Nieuwe Binnenweg, una larga calle que recorre todo el casco antiguo. Esta es una zona esponjada con tiendas de diseñadores independientes, talleres de orfebres, restaurantes foody y locales en los que no se sabe exactamente qué venden.
A medida que el tranvía se va parando ante las tiendas shabby-chic típicas de la zona, suben y bajan mujeres de mediana edad con el pelo blanco corto, ropa de diseño escandinavo y gafas de colores. En estas paradas también se materializan a veces jóvenes hipster e incluso algún gótico.

Una vez el tranvía llega a la Station Centraal (la estación de trenes recién estrenada en 2014 y el orgullo de la ciudad) el público se convierte en un batiburrillo de todos los colores, olores, edades y sexualidades. Y se llena de bote en bote.
Ya saliendo del centro bien cargado de gente,  la línea 4 enfila hacia el llamado Oude Noorden, es decir, el antiguo norte de la ciudad. Vamos dejando atrás los gimnasios pijos y las escuelas de diseño del centro para adentrarnos de nuevo en el mundo de los coffeeshops, los tokos, las peluquería afro, los colmados de Anatolia y las chancletas doradas.


Parada de la línea 4 en el Oude Noorden

Una vez pasados dos supermercados tamaño jumbo con precios mini, el barrio Oude Noorden termina abruptamente al llegar a la Station Noord, la frontera entre los pobres y los ricos. En esta pequeña estación de tren empieza el barrio de Hillegersberg.
Este barrio había sido un pueblo a las afueras de la ciudad de Róterdam, pero ésta ha ido creciendo tanto que ha engullido a Hillegersberg y otras localidades de los alrededores. Para ser exactos la ¨anexión¨ la realizaron los invasores alemanes durante la guerra  (1940-1945)  porque querían ciudades lo más grandes posibles en honor del Führer.

El recorrido del tranvía 4 por el barrio de Hillegersberg, que es donde termina su recorrido, es poco menos que triunfal. El tranvía serpentea plácidamente dejando mansiones, parques, chalés y canales a derecha e izquierda. Ahí sí que el cambio en la población es evidente. Para empezar el tranvía va medio vacío. Solo quedan parejas de mediana edad bien vestidas, jovencitas con ortodoncia, adolescentes guapos aunque pasto del acné, mujeres cargadas con compras hechas en el centro,y jubilados con pantalón a cuadros y pullover amarillo. También hay variedad étnica pero no son ya los clientes de las zapaterías de chancletas doradas. Se ve a una japonesa  cargando una funda de violín, a americanos de la American School que se encuentra dos paradas más adelante y algún español,  o algún francés que vive por esta zona muy solicitada por los ex-pats que solo se quedan una temporada viviendo en Róterdam.

Así de vacío va el tranvía  4 llegando a Hillegersberg

Ahora voy a confesar mi secreto: cuando subo a un tranvía lleno en, digamos, la estación central, me planto al lado de los asientos ocupados por los potenciales clientes de los tokos o de los bazares. Solo tengo que esperar que el tranvía llegue al Oude Noorden para poder sentarme.  Como si de un Triángulo de las Bermudas social se tratara, los pobres desaparecen antes de llegar a Station Noord dejando asientos libres a los ricachos que vivimos en Hillegersberg.
A veces me equivoco: el chico negro sigue sentado ya pasado el Triángulo de las Bermudas, o la chica de los grandes zarcillos dorados y las cejas pintadas casi al óleo sigue tan pancha leyendo su libro hasta que llega a mi barrio.
Entonces me alegro mucho. Me alegra haberme equivocado  y ver que, a pesar de lo que sus padres esperaban de ellos, o de lo que sus maestros no esperaban, a pesar de lo que sus familiares les dijeron o de las críticas de sus vecinos, estos dos han conseguido salir del barrio. Han podido deshacerse de su destino de tokos y chancletas doradas para poder ser ellos mismos. Para poder ser quiénes quieren ser.



3 comentarios:

Unknown dijo...

Asi me dejas conocer a Rotterdam un pocquito...desde tu ventana a mi! gracias Eugenia, me encanta tu blog.

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Eugenia dijo...

Gracias a ti, por leerme.Y gracias por promocionar mi blog con tus páginas y tus comentarios.

xxxxx.