Eugenia Codina Desde mi ventana

sábado, 17 de mayo de 2008

La jacaranda de los ángeles


Hace unos días estuve en Los Angeles por primera vez. El vuelo de San Francisco a Los Angeles es muy corto, apenas una hora, pero la diferencia entre las dos ciudades es enorme. San Francisco está construida al estilo de París y el Eixample de Barcelona, a base de manzanas que se cruzan en las arterias más importantes. Orientarse en San Francisco es un proceso natural para un europeo. Además, al ser una ciudad pequeña (no llega al millón de habitantes) tiene dimensiones a escala humana. Urbanísticamente hablando, San Francisco es una ciudad europea.

Los Angeles es otro cantar. La ciudad se extiende hasta más allá del alcance del ojo humano. Parece que la ciudad se haya extendido orgánicamente al estilo de una mancha de aceite. Las casas son unifamiliares, cada una con un estilo y un color diferente. Es como un Castelldefels de nueve millones de habitantes.

Para una urbanita europea como yo, Los Angeles ofrece un choque cultural. Urbanísticamente no es facil de "entender" porque es inutil buscar un centro neurálgico, un barrio a la antigua con tiendas, iglesia, panadería, colegio y parada de metro.
Como la ciudad es tan extensa y todos los servicios están tan repartidos, es imprescindible desplazarse en coche para cualquier actividad. Aunque ya sé que nuestra economía occidental depende del petróleo, no fue hasta que estuve en Los Angeles que me di cuenta de hasta que punto es así. Sin gasolina la vida en esta ciudad sería imposible. Teniendo en cuenta que es un centro económico de gran magnitud, impresiona pensar lo que ocurriría si Los Angeles no pudiera funcionar al nivel que funciona ahora. No hay que olvidar que la economía de California es tan fuerte como la economía de Francia (lo cual convierte a Arnold Zchwarzenegger en el equivalente de Sarkozy).

La vitalidad y la riqueza económica y cultural se respira en toda la ciudad. La industria del entretenimiento está presente en todas partes: los edificios de Sony Pictures, Walt Disney Productions, NBC, salpican la ciudad evocando la fábrica de sueños. Sunset Boulevard, que suena tan mítica, es una carretera de más de 30 kilómteros que cruza todo tipo de casas, de las más ricas a las más pobres.
También llama la atención la presencia constante de la lengua española debido a la gran comunidad lationamericana. La comida mejicana ya forma parte del menú diario de los angelinos.

Las imágenes que me quedaron grabadas en la retina fue la primera que vi al sobrevolar la ciudad: millones de casas con el cuadradito azul de sus piscinas.
Y lo más característico de Los Angeles: el arbol de Jacaranda. Un árbol que yo no había visto nunca. Su color violeta se esparce por toda la ciudad y le da un aire retro que le sienta tan bien como a un actriz de los años treinta le sentaba un sombrerito ladeado. Los Angeles Times ha dedicado esta semana un artículo a este árbol tan angelino y tan genuinamente americano. Según el artículo la jacaranda es originaria del Brasil y Argentina.
Más angelino no puede ser: un arbol del continente americano que se ha desplazado del sur al norte de las américas.

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