Diario de Miss Codina
13 de abril 2017
Esta mañana. Para ir al departamento de español tengo que subir dos pisos. Eso está bien, así hago algo de ejercicio. Al llegar a la segunda escalera voy ya resoplando. Oigo unos pasos rápidos detrás de mí. Un jovencito cargado con una mochila me adelanta botando como una pelota de tenis en cada escalón. Ha subido en tres segundos, mientras yo no puedo dejar de pensar en mis rodillas.
Son esas cosas las que me recuerdan la edad que tengo.
Esta tarde he dado la primera clase. Los alumnos son todo chicos. Veo que hay algún nombre de mujer en la lista pero la verdad es que no distingo si los nombres son de hombre, mujer o pollo. Les he pedido a los estudiantes presentes que escriban su nombre en una hoja de papel y lo pongan bien a la vista para que pueda aprenderme los nombres. Les he tenido que pedir que lo escribieran con un rotulador grueso porque si lo escriben con bolígrafo no puedo leer a esa distancia.
Leo los nombres con estupor: Marlon, Yannick, Joshi, Yosha, Eli, Eloy, Le Var. Han desaparecido los tradicionales hombres holandeses como Johan, Dirk, Kees, Adrie. Al menos, estos eran los nombres que yo había oído durante los treinta años que vivo en este país. Me fijo en la lista para ver si los apellidos son tan exóticos como los nombres pero no, son todos portadores (al menos, el grupo que está ahora en la clase) de apellidos tan raciales como van den Berg, Dekker o Jansen que son el equivalente en español a García, Pérez o Martínez.
Bueno, la verdad es que tampoco sé si escribo los nombres bien porque otra gracia de los nombres modernos es que los padres deletrean el nombre de que les ponen a sus hijos como les peta.
Creo que me va a costar un tiempo aprenderme todos estos nombres de memoria.
Esta mañana. Para ir al departamento de español tengo que subir dos pisos. Eso está bien, así hago algo de ejercicio. Al llegar a la segunda escalera voy ya resoplando. Oigo unos pasos rápidos detrás de mí. Un jovencito cargado con una mochila me adelanta botando como una pelota de tenis en cada escalón. Ha subido en tres segundos, mientras yo no puedo dejar de pensar en mis rodillas.
Son esas cosas las que me recuerdan la edad que tengo.
Esta tarde he dado la primera clase. Los alumnos son todo chicos. Veo que hay algún nombre de mujer en la lista pero la verdad es que no distingo si los nombres son de hombre, mujer o pollo. Les he pedido a los estudiantes presentes que escriban su nombre en una hoja de papel y lo pongan bien a la vista para que pueda aprenderme los nombres. Les he tenido que pedir que lo escribieran con un rotulador grueso porque si lo escriben con bolígrafo no puedo leer a esa distancia.
Leo los nombres con estupor: Marlon, Yannick, Joshi, Yosha, Eli, Eloy, Le Var. Han desaparecido los tradicionales hombres holandeses como Johan, Dirk, Kees, Adrie. Al menos, estos eran los nombres que yo había oído durante los treinta años que vivo en este país. Me fijo en la lista para ver si los apellidos son tan exóticos como los nombres pero no, son todos portadores (al menos, el grupo que está ahora en la clase) de apellidos tan raciales como van den Berg, Dekker o Jansen que son el equivalente en español a García, Pérez o Martínez.
Bueno, la verdad es que tampoco sé si escribo los nombres bien porque otra gracia de los nombres modernos es que los padres deletrean el nombre de que les ponen a sus hijos como les peta.
Creo que me va a costar un tiempo aprenderme todos estos nombres de memoria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario