A raíz de las fotos de los magnolios que colgué hace unos días, mi amigo Vincent me envía estas fotos tomadas en Alsacia (Norte de Francia) y en Eindhoven (Sur de Holanda).
Un jardín en Alsacia, abril del 2009
Comprendo perfectamente que Vincent (alsaciano afincado en Holanda) no haya podido resistir la tentación de hacer estas fotos y enviármelas.
Porque en el Norte de Europa los inviernos son largos y los veranos cortos, para no decir prácticamente inexistentes, si se cuenta la cantidad de lluvia que puede llegar a caer en junio y julio. El otoño ya empieza prácticamente en agosto así como las escuelas. Las vacaciones de verano, con sus cinco semanas, pasan volando comparadas con las largas vacaciones escolares de los países del Sur de Europa, con sus tres meses de receso.
El jardín de Vicente en Eindhoven, abril del 2009
Tanto en Inglaterra, como en Holanda o en Suecia, los estudios de televisión solo graban series o programas nuevos en exteriores en los meses de primavera y verano, es decir cuando hay más tonalidades de verdes y el paisaje está en todo su esplendor. Es el momento en que el gris y el blanco quedan desbancados durante unos meses para dar paso a las flores y los colores.
El magnolio de la familia
Y esta es la gran ventaja de los largos, fríos y oscuros inviernos: la exuberancia de la primavera. El paso es tan abrupto que uno no puede evitar notarla, disfrutarla e incluso fotografiarla. No hay forma de evitarla, a nadie deja indiferente.
La primavera, en Europa, es una verdadera diva.
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