Eugenia Codina Desde mi ventana

sábado, 24 de julio de 2010

El final de la inocencia (III): eficiencia o amor


Flores con el cariño de la familia de Barcelona

Mi amiga V me escribe respondiendo a mi post sobre la eficiencia del hospital holandés donde me están tratando de cáncer de pecho: Groucho tenía razón. En su comentario, V me dice que la eficiencia en los hospitales no tiene por qué estar reñida con unas horas de visita más largas que las tres horas diarias habituales en Holanda.

He leído tu último post y estoy de acuerdo en lo bien organizado que está el servicio médico en Holanda. Dicho esto, sigo estando en contra del horario restringido de visitas, y no porque piense llevar una olla de comida a nadie! Creo que no hay nada mejor para un paciente que tener a alguien cercano al lado. No a veinte personas cercanas, pero sí a uno o dos familiares, como cuando operaron a tu padre. Sin duda es más eficiente que ciertas cosas las hagan los profesionales, pero, una vez operado alguien, médicos y enfermeras sólo pueden ofrecer su experiencia profesional, indispensable para ciertos controles, pero no pueden ofrecer el apoyo psicológico que da un familiar o un amigo. En tu caso, como estuviste tan poco tiempo en el hospital, supongo que casi no te afectó. Pero si hubieras tenido que estar una semana, o más, habría sido mucho más duro.

Es lo que le pasó a mi suegra (que ya es octogenaria y que vive en Inglaterra). Estuvo dos semanas en una gran sala con muchas camas, recibiendo visitas ni siquiera diarias de muy pocas personas. Era otra cuando salió, y aún no se ha recuperado de aquello.

Y esto me lleva también al libro Outliers de Malcolm Gladwell. Uno de los capítulos trata sobre una pequeña comunidad de origen italiano que vive en un pueblo de EEUU y es muy longeva. Hicieron muchos estudios para averiguar por qué los hombres tenían muchos menos infartos que los de zonas vecinas. No fue por la comida (muchos habían abandonado la dieta mediterránea) ni porque hicieran deporte (muchos no lo hacían), o cosas similares. Llegaron a la conclusión de que era porque los vínculos famliares y comunitarios eran mucho más estrechos que en las comunidades de origen anglosajón o nórdico.


Es cierto que cada cultura tiene una forma distinta de enfrentarse a la enfermedad. Cuando yo le comuniqué a familia y a amigos que tenía cáncer de pecho, la primera reacción fue que querían venir a verme. Desde aquel día me llaman, me escriben, están al tanto constantemente.
Mis amigos y la familia holandesa también han quedado consternados pero con la diferencia que todos me preguntan cuando me apetece hablar con ellos y muchos incluso me piden que les avise yo cuando esté preparada para hablar.
El cariño en el sur de Europa se demuestra estando presente y en el norte retirándote hasta que no te llamen.

Por suerte para mí, tengo lo mejor de dos mundos y recibo la atención del norte, el sur de Europa y del continente americano donde también tengo familia y amigos.

La maulticulturalidad tiene su lado bueno.

3 comentarios:

Juanjo Jambrina dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con el post previo. Yo dejaría horarios de visita mucho más amplios aunque limitaría el número de familiares. En la enfermedad oncológica es fundamental el apoyo de familiares y amigos. Mucho más que el apoyo vicario o mercenario.

Eugenia dijo...

Es cierto, como se trata de un tratamiento a largo plazo, el apoyo de los seres queridos ayuda mucho.

sarapo dijo...

Aparte la cuestión profesional, tengo una cierta experiencia como familiar de enfermo con buena evolución. Importante la familia e insisto, los amigos que cada uno ha ido cosechando a lo largo de la vida.