La primera vez que escuché a Matisyahu me gustó: tiene el swing del reggae y su energía. El reggae, como fondo musical, forma parte de mi vida desde hace años, seguramente porque es la música que estaba de moda cuando empecé a comprar discos. Matisyahu suena como la versión moderna de Eddie Grant, Bob Marley o Peter Tosh.
La sorpresa fue cuando el vi por primera vez: un rabino judío cantando reggae.
La imagen y el sonido no iban juntos: la música que asocio con una forma relajada de ver la vida, con un porrito y los pies en la arena de la playa jamaicana, cantada por un representante de las formas de religión más estrictas y con menos joie de vivre. Porque Matisyahu no es sólo judío sino que es del grupo de los jasídicos, una forma radical de judaísmo.
Sin embargo, esta primera impresión radica en las asociaciones que tengo de lo que es el reggae y el judaísmo. Porque desde el punto de vista histórico tienen mucho en común. Sino miremos a la historia y la leyenda.
El reggae es la música de los rastafari, la religión panafricana, de origen etíope. O mejor dicho, muchos músicos de reggae eran rastafaris. El rastafarismo es una religión relativamente moderna que promete la liberación africana del yugo colonial. Los rastafaris hablan también de Zión como la tierra prometida símbolo de la libertad. Tal como cantaba Boby Marley.
Etiopía, cuna de la reina de Saba la cual tuvo un idilio con el rey Salomón de Israel. De la historia de amor nació un hijo Menelik, rey de Etiopía. Según la leyenda, fue Menelik el que se llevó el Arca de la Alianza israelita a Etiopía, donde aún está escondida en un lugar remoto que solo Indiana Jones conoce.
Durante siglos ha sobrevivido un reducido grupo de etíopes de religión judía. Su partida a Israel es ya una conocida controversia: la emigración masiva de judíos etíopes a Israel y su integración no va sobre ruedas. Los israelís no están acostumbrados a hermanos judíos africanos y que además, tienen una interpretación del judaísmo bastante alejada del original.
Así que, cuando un joven norteamericano reencuentra sus raíces judías más ortodoxas, y se deja seducir por el sonido de los compañeros de camino del antiguo testamento, no está haciendo piruetas en al aire sino que se aposenta sobre un complicado andamio histórico.
Matisyahu es transcultural, transhistórico y transmusical. Y, gracias a este carácter casi Manu Chao (Manuchaju), tiene un gran éxito en todo el mundo.
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