Esta mañana, cuando he ido a coger el autobús, he visto algo raro en el cartel con los horarios del 35.
Como vivo en Hillegersberg, uno de los barrios más tranquilos, burgueses y aburridos de Rótterdam, lo último que espera una encontrar son unas bragas de puntilla en la parada del autobús a las 8 de la mañana.
Por suerte, aún hay alguien que se lo pasa bien en el barrio. Quiero creer que las bragas son testimonio de un apasionado noche de amor en Hillegersberg.
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