Siendo como es Barcelona la ciudad donde nací y donde crecí, visitarla no es un acto meramente turístico o vacacional. En cuestión de instantes, la ciudad que no he visto en meses, vuelve a ser parte de mí. Es una sensación de reconocimiento que va más allà del recuerdo. Así como los recuerdos son estáticos, una vez en estoy en Barcelona, los sentidos se superponen al recuerdo creando una experiencia que no se en qué parte del cerebro se encuentra, pero debe ser sin duda un lugar en el que se encuentran las habilidades o los recuerdos que aprendemos primero. Viene de lejos y de muy cerca. Es ahora y es entonces.
Barcelona cambia. Es indudable. La arquitectura. La población. La lengua. La comida. Mis padres. Mi sobrino. Y sin embargo, sigue siendo tan familiar como el olor de entre mis dedos.
Y eso que ocurren cosas como que mi antiguo colegio, al final de la calle Elisabets
se haya convertido en el MACBA (Museo de Arte Moderno de Barcelona)
El espíritu de mi Barcelona: El Gato, explicado por su biógrafo, el crítico y escritor Marcos Ordóñez.
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