Eugenia Codina Desde mi ventana

sábado, 26 de julio de 2008

Global Village

Admito mi error, yo no habìa entendido aún lo que significaba el acceso al mundo a través de la televisión. Creía que era una forma de cosmpolitismo, una forma de aprender idiomas y de estar al día de los avances en otros países. Pero esta era anteayer.

Porque desde ayer, y después de no tener televisión durante un año, instalé una antena parabólica que me da acceso a mil quinientos canales (1.311para ser exactos).

Vaya sorpresa me he llevado.

Después de revisar los canales que tengo disponibles he llegado ya a varias conclusiones. Para empezar, los grandes ganadores de la televisón por satélite son la venta directa, el sexo y la religión. Hay incluso un canal llamado God TV, lo cual me dio la esperanza de que podía aclarar la eterna pregunta sobre la existencia de dios. Pero al ver el siguiente canal, God Europa TV, ya vi que no era una emisión divina sino de lo más humana. No solo la religión cristiana está representada, los canales de carácter islámico son casi tan numerosos, seguidos por el hinduismo.

De todos los países que emiten los del Oriente Medio están masivamente representados desde Libia, los emiratos árabes hasta Irán e Irak. También hay decenas de canales con emisoras para espectadores indios. Sorpendente, acotación al margen, la cantidad de canales dedicados al sexo-árabe.

Yo misma, española en Holanda, recibo también la televisión española internacional, además de la televisión catalana internacional, la autonómica vasca, la de Extremadura, Telemadrid, Galicia....

Cuando aparecieron las primeras antenas parabólicas eran una señal de riqueza y de cosmoplitismo. Ahora una imagen estigmatizante en los barrios depauperados de la ciudad de Rotterdam. Antena parabólica es sinónimo de pobreza. Los emigrantes de primera generación, así como sus hijos y sus nietos, son los que se instalan la antena en el balcón.


En Holanda la televisión siempre ha sido por cable y se han recibido fácilmente los canales ingleses, alemanes y belgas. No había necesidad para la clase media de poder ver la televisión en otros idiomas geográficamente más lejanos, como el árabe. Ahora se ha ampliado el número de televisiones que llegan a Holanda pero la cuestión es si esta presencia aumenta la diversidad o la encoge. Porque en realidad yo puedo escoger por mirar cada día TV3 y estar al día de la fiesta mayor de Tortosa (tema puntero de ayer en la franja del mediodía de TV3) sin tener necesidad de enterarme de lo que ocurre en Rotterdam. ¿Sabemos más o sabemos menos?

Hace unos años, las autoridades iraníes intentaron inútilmente prohibir la antena parábolica, a la cual llamaban la antena diabólica, porque traía el extranjero a casa. Yo diría que lo que ocurre ahora es el contrario: es lo local lo que llega al extranjero. Porque incluso en el punto más lejano de la tierra uno puede seguir agarrado al terruño.
En lugar de facilitar el aprendizaje de otros idiomas, convierte en inútil este esfuerzo.
En lugar de ver el mismo programa que tus compañeros de trabajo, que es prácticamente lo único en comùn que comparte el asalariado de hoy en día, te dedicas a ver el culebrón en Tamil que solo pueden ver los hablantes de esta lengua.
En lugar de poner tus prejuicios a prueba viendo programas chocantes, eliges los programas que te aseguran el mismo mensaje de siempre.

De ahí mi error, creía que el satélite nos hacía ciudadanos del mundo. En realidad, me temo que somos pueblerinos del mundo.

2 comentarios:

Belnu dijo...

Vaya! La foto me recuerda a las ciudades balcánicas... nunca imaginé que Holanda... ni siquiera imaginaba que hubiera barrios depauperados allí, pero claro, lo de la extrema derecha y los inmigrantes tiene que verse por alguna parte. Seguiré asomándome a tu ventana...

Eugenia dijo...

Efectivamente, en Holanda y en especial en las cuatro grandes ciudades (Rotterdam, Amsterdam, La Haya y Utrecht), hay barrios depauperados con guetificación. También hay polìticas municipales y estatales para paliarlo pero, a pesar de todo, allí siguen.