Eugenia Codina Desde mi ventana

viernes, 8 de agosto de 2008

Hablando de los Juegos Olímpicos...



Hoy que se inaguran los Juegos Olímpicos en la controvertida China actual, leo de nuevo artículos recordando que el arquitecto que ha cambiado Pekín para los Juegos es Albert Speer Jr. hijo del arquitecto de Hitler del mismo nombre.

Albert Speer no era solo el arquitecto que dio forma a las megalómanas ideas sobre arquitectura de Hitler (recordemos su trazado de Germania) sino que además fue ministro de Armamento durante la guerra, heciéndose con ello responsable del uso de esclavos para la producción de armas y la construcción de edificios. Speer fue condenado a 20 años de prisión en el juicio de Nuremberg y murió, como hombre libre, en el 1981. De su obra no quedó absolutamtente nada porque todo fue bombardeado por los aliado: sic transit gloria mundi. Tan solo quedan maquetas de Germania y fotos de sus edificios antes de ser destruidos.

Es fácil establecer el paralelismo entre la obra del padre y la obra del hijo: los dos arquitectos de grandes obras urbanísticas pagadas por regímenes de, al menos en el caso de China, dudosa fibra democrática (en el caso de la Alemania nazi no era dudosa, no era, simplemente). Ahora bien, me pregunto: ¿hasta cuando?.

¿Hasta cuando va a ser Albert Speer jr, responsable o sospechoso por ser hijo de quién es?. Me da una sensación de malestar pensar que tus orígenes son los que definen para siempre quién eres y lo que haces. De esta forma uno no puede dejar de formar parte de un grupo para ser un individuo con sus propias ideas, deseos y moral.

Esta reflexión ha sido provocada sobre todo por el artículo que he leído más reciente sobre el tema. Publicado en The Guardian y firmado por Nina Khruscheva. La autora recuerda que China está usando los Juegos Olímpicos por las mismas razones propagandísticas que lo hizo la Alemania nazi con los Juegos de Berlín de 1936, y señala el sospechoso vínculo en la selección del arquitecto para este fin.

Aunque el artículo no dice nada nuevo que no se haya dicho desde el 2003, cuando Speer hizo su primera propuesta para los juegos de Pekín, lo que me asombra en este caso es que la firmante sea la nieta de ¡Nikita Khruschev¡, lo cual la convierte, según su propio razonamiento, en sospechosa de subjetividad a causa de sus ancestros, motores de la otra gran ideología del siglo XX.

No hay que olvidar la historia pero tampoco hay que culpabilizar para siempre a los hijos por los pecados de los padres. Tenemos desgraciadamente demasiados ejemplos de esto en la historia.

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