Eugenia Codina Desde mi ventana

jueves, 21 de agosto de 2008

La Bella Aurora no es lo que era


Siguiendo un impulso incontrolable de la nostalgia, durante mi estancia en Barcelona tomé esta foto del anuncio de Bella Aurora que aún corona este edificio aparentemente abandonado. Las letras en cursiva de Bella Aurora acompañaron mi infancia barcelonesa: las veía desde el balcón de mi casa en la calle Balmes, al lado de la plaza Cataluña.
En aquellos años también se oía por la radio la sintonía: ¨Para salud belleza y lozanía, Bella Aurora cada día¨.

Es sorprendente ver que en una Barcelona donde todo se renueva y cambia aún siga existiendo este anuncio de estilo tan demodé. Quizás se han olvidado de que existe porque está tan integrado en el paisaje urbano y en el inconsciente colectivo.

En mi mente Bella Aurora tenía la magia de la nostalgia y el glamour de las estrellas de cine. Le había adjudicado a Aurora un misterioso pero autóctono origen: pensaba en una joven viuda, pobre pero luchadora que empezó haciendo cremas en una humilde tienda del Raval y acabó dirigiendo una gran multinacional, como una Elizabeth Arden catalana.

La realidad es completamente distinta: Aurora no es una anciana self-made woman que vive en un palacete en Sarriá, sino una ciudad en Chicago donde, desde 1920 se fabrican cosméticos para... sacar manchas de la piel.
Y para acabar de matar cualquier esperanza de glamour, me entero de que la compañía dueña de la actual Bella Aurora, que se llama IMC Med Cosmetics, tiene una estrategia de marketing basada en vender sus productos, para sacar las antiestéticas manchas de la piel, a base de poner tenderetes en grandes almacenes. En otras palabras, no invierten en tiendas ni en infraestructura. La venta es a base de una forma sofisticada de la venta en directo.

Del glamour de mi infancia no queda nada. No, la Bella Aurora no es no que lo que era porque no lo había sido nunca. Recuerdos basados en fantasías, me asusta pensar cuántos más de estos tendré en el repertorio que forman mi identidad.

En este caso, gracias a Internet, Google y Wikipedia la faction ha ganado a la fiction. Así nos hacemos adultos en el siglo XXI.

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