Eugenia Codina Desde mi ventana

domingo, 11 de enero de 2009

De Rotterdam a Barcelona

Barcelona, 10 de enero del 2009

Estoy pasando unos días en Barcelona visitando a mi familia. Por suerte, también tengo ocasión de ver a algunos buenos y fieles amigos que siguen existiendo en mi vida a pesar de la distancia y gracias, en gran parte, a internet.
Rotterdam, donde vivo, no está lejos de Barcelona. Un vuelo de dos horas se puede considerar actualmente relativamente cerca. Sin embargo, el cambio de un país al otro me sigue impactando a pesar de haber hecho este viaje durante casi tres décadas.9 de enero del 2009, desde el coche de camino entre Rotterdam y el aeropuerto de Schiphol (Amsterdam)

Cuando salí de Rotterdam estábamos bajo cero. Holanda se había congelado, canales y lagos se habían convertido en zona de patinaje al aire libre. Los holandeses disfrutaban de lo que llaman ijspret (diversión en el hielo) e incluso algún ministerio y algunas escuelas tenían ijsvrij (el día libre para patinar). En Frisia, al norte de Holanda, los frisones se frotaban las manos con la esperanza de poder organizar de nuevo el Elfstedentocht, la carrera a través de los canales de 11 ciudades frisias. La última vez que se pudo celebrar la carrera fue hace diez años. Desde entonces no ha helado las suficientes noches seguidas para asegurar la calidad del hielo. Los holandeses no patinan en ¨hielo de una noche¨, expresión que significa que no se pueden tomar decisiones demasiado rápidamente sin peligro de hundirse en el hielo demasiado delgado.
En otras palabras, los holandeses en lugar de acoquinarse ante el frío clima en el que viven lo han convertido en una fuente de placer, cultura, deporte y ampliación de vocabulario. Y si yo algo he aprendido en mis años de vivir en este país es no dejar que el clima influya en mi estado de ánimo ni en mis planes del día. Si es así, una está perdida y no puede funcionar debidamente porque los días de lluvia, frío y viento son más norma que excepción.

Así que cuando llego a Barcelona no deja de resultarme cómico las continuas quejas de los barceloneses ante temperaturas de 9 y 10 grados sobre cero... mientras se toman un aperitivo sentados en una soleada terraza.

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