Eugenia Codina Desde mi ventana

viernes, 11 de septiembre de 2009

La era del hobbismo


Retrato de Marianne (haciéndome un retrato)

Ayer hice un cursillo de fotografía a cargo de la empresa de servicios educativos donde trabajo. El motivo que tiene la organización para mejorar las habilidades fotográficas de sus colaboradores es que a menudo se toman fotos en las escuelas, cursillos o en congresos. Las fotos y películas se cargan en websites del centro, o se usan para todo tipo de publicaciones como catálogos y folletos. Las películas se usan normalmente para talleres, cursos y asesoramiento de profesionales (generalmente, maestros). Esto hace que sea deseable una cierta calidad en las instantáneas que se toman.

Una fotógrafa del Volkskrant impartía el taller. El objetivo principal era aprender a ver la narración que había detrás de cada foto y aprender a usar estas técnicas narrativas según lo que se quiere comunicar. Así que miramos una serie de fotos de famosos fotógrafos como Diane Arbus, Cartier-Bresson y Salgado, y luego, armados de una cámara, tuvimos que hacer un retrato, lo más original posible, de los otros cursillistas. La tercera parte del cursillo era pasar la foto al ordenador y retocarla.

Marianne delante de Theo Koster

Las fotos que tomaron los cursillistas eran más o menos afortunadas pero una vez metidas en el ordenador y pasadas por el programa estilo Photoshop se convirtieron en algo completamente distinto. Cuando íbamos viendo las fotos una a una, se veía el asombro y la satisfacción de los fotógrafos recién nacidos. Una foto mediocre se había convertido en un retrato sacado de una película francesa de los años sesenta gracias al efecto que resulta de teñir la foto en blanco y negro. O se intensificó el efecto nostálgico de un retrato, bastante desenfocado, gracias al color sepia. Un retrato de una colega con el pelo largo se convirtió, gracias a un efecto parecido a las manchas de tinta, en una portada de Lp de los años setenta.

El resultado fue que, después de tres horas, salimos del taller considerándonos mucho mejor fotógrafos de lo que somos. La mayoría de los efectos y de los retratos salieron bien por casualidad, no por la destreza de los usuarios. Y esto es lo que me parece es la gran revolución cultural del siglo XXI. Es la era del hobbismo.

Gracias a los medios técnicos tan accesibles a cualquier usuario, áreas de la creatividad cerradas a los profesionales, se han abierto en todo su esplendor. No hace falta ser escritor para publicar, ni hace falta ser fotógrafo para hacer asombrosas fotos, ni hace falta ser músico para hacer música. Lo cual hace que la oferta de creatividad haya aumentado exponencialmente. Así como el siglo XX democratizó el consumo de arte, el siglo XXI democratiza la producción.

Es cierto que la calidad de lo producido deja la mayoría de las veces mucho que desear pero ya no es arte que otros tengan que consumir sino que tiene como objetivo la expresión personal. Y el consumo ha dejado lugar a la participación. Lo que ahora necesitaremos es una guía para movernos entre este enorme amontonamiento de producción artística.

Bueno, me voy a hacer un par de fotos, a ver si este año gano el Pullitzer.

Una foto de un fotógrafo ¨de verdad¨ para alegrarnos la vista:
Doisneau, 1950, El beso de la Ville

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