Así recuerdo a Patrick Zwayse
Hoy sábado he estado leyendo los periódicos acumulados de la semana. Me sorprende ver la cantidad de artículos sobre Patrick Zwayse que aparecen en periódicos de calidad como The Guardian y el NRC Handelsblad. No se trata, ni en cantidad ni en carácter, del sensacionalismo masivo que despertó la muerte de Michael Jackson hace dos meses. Esta más intima escala en el duelo se ve en acciones espontáneas como la de dos vecinas de Burlada, en Navarra, que han organizado un funeral para el actor. No, en este caso se trata de artículos de opinión, algo personales, escritos con sentimiento. Escritos por mujeres. Por mujeres periodistas. Mujeres de treinta y cuarenta años. No tratan de la vida y milagros del fallecido actor sino, casi exclusivamente, de la película Dirty Dancing. Una pelicula del año 1987 que, evidentemente, impactó a una generación de mujeres que tenía entonces entre doce y veinte años.
Me ha sorprendido porque yo misma me sentí extrañamente afectada cuando oí sobre su muerte el lunes, 14 de septiembre. Una muerte anunciada, por otra parte, porque el cáncer de pancreas que le afectaba y del que él había hablado abiertamente, es un asesino que no perdona. Durante los últimos meses había visto algunas fotos de un escuálido Swayze. Prefería no verlas y apartaba la vista cada vez. No quería recordarlo así.
Creía yo, pues, que era la única que sentía esta tristeza íntima, cargada de nostalgia, y algo fuera de lugar teniendo en cuenta que Patrick Zwayse ni era un gran actor de método ni había hecho nada memorable los últimos quince años. Cuando veo la reacción de otras mujeres a mi alrededor y en los periódicos veo que me equivocaba. Patrick Zwayse hizo dos cosas memorables: Dirty Dancing y ser como era.
Un sexsymbol emancipado
Es evidente, que la película Dirty Dancing, sin ser una gran obra cinematográfica, consiguió mostrar el tipo de hombre que deseaba la generación de mujeres que crecía en la época de los ochenta. La atracción de los protagonistas se basa en las diferencias de clase y de talentos El es guapo (un bailarín con el cuerpo de un levantador de pesas) y baila como dios; ella es inteligente y tiene personalidad. El es un pelín hortera y tiene todas las trazas de un lover boy, ella no es una belleza al uso y es una adolescente que ha vivido siempre protegida.
La clave del éxito de la película radica en la naturalidad con la que ella se inicia en el baile y en el sexo. La película, en su sencillez, describe una relación sentimental y sexual entre dos personas, no entre dos estereotipos románticos con expectativas sobre el otro sexo. No hay excesivas palabras bonitas entre los dos, hay hechos que demuestran el respeto mutuo. Eso sí, todo cargado con el erotismo explícito que emanan las caderas de Patrick Zwayse. Es una película sobre coming on age para las mujeres del siglo XXI.
En cuanto a su vida privada, Zwayse estuvo casado durante treinta y cinco años con la misma mujer. Teniendo en cuenta que los dos eran gente del mundo del espectáculo, es por lo menos inusual tanta estabilidad emocional. Independientemente de como fuera la relación en realidad (no tengo ni idea), saber esto es suficiente para que las mujeres le consideremos un hombre sensible lo cual solo hace aumentar su atractivo.
Patrick Zwayse nos dio literalmente El tiempo de nuestras vidas.
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