Eugenia Codina Desde mi ventana

jueves, 13 de noviembre de 2008

El arte de conocer el arte

Mi padre me contó una vez que hablando de arte con su nieto, mi sobrino, le enseñó esta foto:
- ¿te gusta?
- pues sí, parece un Tapies- le dijo mi sobrino.
Mi padre entonces le confesó que no era un cuadro sino una foto de las obras de al lado de su casa. Y, para remachar el clavo, le dijo: - Seguro que no encuentro un lugar en obras donde hayan crecido las Meninas espontáneamente.

Esta forma divertida de mi padre de plantear la cuestión del arte moderno a mi sobrino me vino a la memoria al ver la obra de Barceló para las Naciones Unidas. La obra es sorprendente e indudablemente emana la vitalidad de Barceló. Pero como tantas veces en el arte moderno me queda la duda de qué es lo que estoy viendo.

¿Es pintura, es escultura, es una performance, es una búsqueda interesante, es una atracción de feria?.
Cuando veo a Barceló en las fotos disparando pintura acrílica en el techo del edificio (no sin cierta envidia, debe ser fantástico poder disparar chorros de pintura y que te paguen por ello), me pregunto, tal como el preguntó mi padre a mi sobrino: ¿si Miguel Angel hubiera usado un lanzapinturas, hubiera salido la Capilla Sixtina? Me temo que la respuesta es NO. Muchas horas de trabajo, un profundo conocimiento de las técnicas del dibujo, de la pintura, de la geometría, de la composición, de la perspectiva, un gran espíritu innovador y un carácter obsesivo fueron necesarios para que se materializara la Capilla Sixtina, la cual aún seguimos admirando.


Comprendo que la fotografía y los nuevos medios han liberado a la pintura de la reproducción fiel de la realidad y que no podemos juzgar el arte de ahora con las medidas del arte del Renacimiento. El miedo a la libertad también existe en el arte, aunque este miedo lo tengan más los que admiramos el arte que los artistas mismos. Como espectadores me da la impresión de que estamos todos completamente despitados. El precio astronómico de la obra de Barceló es la única indicación que tenemos en este momento de su calidad. Al igual que la calavera de Hirst, de la cual tenemos la pista de que es arte porque alguien ha llegado a pagar 75 millones de euros por ella. ¿De qué otra forma sabemos lo que es arte perdurable? Seguimos admirando la Capilla Sixtina pero, ¿por cuánto tiempo admiraremos la Cúpula de Barceló?.
Tendremos que esperar al impacto que nos provoque otro proyecto artístico aún más caro que éste para saberlo.

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